La insuficiencia social
- RDíazG
- 15 ene 2020
- 2 Min. de lectura

El ser humano puede ser considerado como tal desde el momento en que desarrolló la función social. La especial dependencia del cachorro humano obligó a generar nuevos instintos que asegurarían un ambiente protector tanto para el recién nacido como para los cuidadores de este, naciendo así la conciencia de familia. Al mismo tiempo, la cooperación entre las familias de un sector específico para asegurar la supervivencia de estas produjo a su vez, una conciencia de grupo. Estos nuevos órganos sociales resultaron ser altamente eficientes y eficaces, llevando a la especie humana rápidamente a la dominancia de los terrenos habitados y posteriormente, de otras especies. El éxito evolutivo permitió aumentar la población humana de forma exponencial, extendiéndose a territorios cada vez más grandes, que exigieron a su vez un desarrollo concomitante de la conciencia de grupo para mantener la integridad del sistema.
La conciencia de nación es el punto culmine de nuestro desarrollo en el área social, con su detención probablemente relacionada a la dificultad de contener un número más o menos específico de integrantes del grupo (que no manejo). En esta etapa los integrantes no necesariamente se conocieron alguna vez, pero sus actividades afectan a todo el grupo, manteniendo el sentido de pertenencia originario y la defensa de otros grupos similares. Es esta defensa un síntoma del intento de consolidar la idea de la nación, requiriendo la diferenciación de otras naciones mediante acuerdos y por supuesto, las guerras que les siguen. Incluso mediante el recurso de la guerra el ser humano se aventuró a expandir un poco más el número de integrantes mediante uniones o alianzas entre países, lo cual no se ha extendido más allá de algunos ejemplos hasta ahora.

Las cosas se mantenían en un equilibrio tenso y en un esfuerzo crónico por sostener el nuevo nivel de conciencia, hasta que aparece Internet. Internet es un fenómeno tecnológico que obliga al ser humano a conectarse con sujetos de cualquier nación, en cualquier área del planeta. Este fenómeno surge de repente, de forma imprevista, y supone una sobrecarga a esta trabajosa conciencia de nación al obligarla a diluirse en la pertenencia al “grupo mundial” y a un terreno de extensión global. La nueva conciencia mundial es, más que un sueño; una exigencia, a la cual el “órgano social” sucumbe por sobrecarga, cayendo inevitablemente en la inconsciencia representada por las leyes que rigen la psicología de las multitudes.
¿A qué se debe esta discordancia en el desarrollo humano?, ¿por qué llegamos a Internet antes de tiempo? Ofrezco una aproximación metafórica: tal como un árbol requiere un desarrollo bidireccional para subsistir; el “grandioso” desarrollo humano ha sido unidireccional por largo tiempo, al sacralizar el desarrollo racional dejando de lado todo lo que pudiera tildarse de subjetivo, donde cae también el desarrollo de las áreas íntimas del ser humano. Recalco el esfuerzo de la psicología por iniciar la exploración de estas áreas, pero con un avance lento y superficial a causa de esta misma exigencia ciega de “racionalidad”. La fuerza de lo colectivo es masiva, monstruosa, y su potencia se basa en la fuerza instintiva. Creo que una de las pocas vías de desarrollo que nos van quedando para sostener esta insuficiencia social es el fortalecimiento de la conciencia individual, que proteja al ser humano de ahogarse en él mismo.

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